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"Desaparecen cuatro personas en alta mar: se intensifica la búsqueda en aguas españolas"

El cayuco llegó a la isla de El Hierro el pasado 3 de noviembre con 207 migrantes a bordo. Aparentemente, era una de tantas embarcaciones que desembarcan cada semana en Canarias, pero a bordo se encontraba una persona apuñalada. Tuvo que ser intervenido de urgencia en el hospital. “Comenzamos a indagar más y descubrimos que no solo habían acuchillado a un joven, sino que también habían arrojado al mar a cuatro personas maniatadas”, explica una fuente familiarizada con los acontecimientos. Así dio inicio una investigación de la Guardia Civil que ha logrado encajar la mayor parte de las piezas de un rompecabezas aterrador, una historia que comienza con alucinaciones, espíritus y supersticiones y que termina con al menos cuatro asesinatos, un herido y siete detenidos.

El cayuco había partido de Gambia, pero antes de encaminarse hacia el archipiélago hizo escala en la isla senegalesa de Bassoul, para recoger a la mayoría de sus ocupantes. La embarcación avanzaba muy lentamente con tanta gente, pero en lugar de atribuírselo a que iba muy cargada, surgieron explicaciones sobrenaturales. Los supervivientes contaron a los agentes que a bordo viajaba una especie de guía espiritual, un tipo de hechicero que llaman marabú, y que este advirtió a los capitanes de que entre ellos había un espíritu maligno que ensombrecería el viaje. Y en seguida encontraron a quien culpar.

A los tres días de navegación, un comerciante senegalés de 23 años empezó a hablar de forma incoherente, estaba delirando. Estos episodios son bastante comunes y casi todos los que han sobrevivido a estos viajes, que se prolongan varios días en alta mar con falta de comida y de sueño, cuentan cómo se pierde la cabeza. Se ven luces y personas donde no las hay o se altera la noción de estar en mitad del océano. Es incontrolable hasta el punto de que hay quienes se han lanzado al mar anunciando que salían a comprar tabaco. Normalmente, los responsables del cayuco acaban atando de pies y manos a quien las sufre para que no pongan en peligro al resto de los viajeros, pero no pasa de ahí. Pero en esta ocasión, la situación, según los investigadores, se desmadró.